Samsung Galaxy S6 Edge, análisis: el smartphone del futuro que esperabas
La búsqueda de la innovación, ese santo grial de la telefonía móvil, en Samsung con los Galaxy S se había vuelto aburrida: mejoras aquí y allá en el procesador, con retoques en la cámara o en la pantalla. Faltaba redondear la ecuación, el efecto wow. Este año, y por fin, el Galaxy S6 Edge ha conseguido eso y mucho más.
¿Qué es?
Es el nuevo terminal insignia de Samsung. Su particular perla en la
corona. Y eso es decir mucho. La compañía lo ha dotado con una pantalla
de 5,1 pulgadas y una resolución descomunal de 2560x1440 en una panel
AMOLED. Si estás leyendo esto desde un PC, es de hecho bastante probable
que tu pantalla tenga menos resolución que la del Galaxy S6. La
densidad de pixeles es de 577 por pulgada.
Bajó el capó, la bestia se alimenta de un procesador Exynos 7420
fabricado por Samsung. Es sólo un detalle técnico, pero en esta ocasión
han prescindido de Qualcomm y apostado por un producto fabricado al 100%
por ellos. La cámara es de 16 megapíxeles, la batería de 2550 mAh (algo
menor que la del S5) y tiene carga inalámbrica sin necesidad de ninguna
funda o aumentar el grosor del terminal. Como detalle controvertido,
prescinde de ranura para tarjeta microSD. El espacio que viene de serie
es el que tendrás de por vida, almacenamiento en la nube aparte.
¿Por qué importa?
Importa todo. A lo largo de sus cinco años de historia, los Galaxy S
han conseguido colocarse no sólo como estandarte de los mejor que
Samsung puede hacer, sino como insignia de los mejores teléfonos Android
que
se pueden comprar. Sin embargo, el enfoque esta vez es algo diferente.
Entendamos por qué. Con los anteriores modelos, Samsung diferenciaba a
los Galaxy S a base de meterles unas prestaciones técnicas absurdamente
altas para la época. El equivalente tecnológico a subir manga y enseñar
bíceps. En esta ocasión, todo eso sigue estando presente pero se ha
cuidado también la forma: los materiales, el diseño, la apariencia, el
tacto. Todo.
Diseño: cuando la ciencia-ficción se convierte realidad
En inglés tienen esta expresión, "
fake until you make it", que en esencia viene a decir que
aparentes que tienes lo que hace falta hasta que de verdad lo consigas.
No se me ocurre una manera mejor para describir la trayectoria de
Samsung con el diseño de los Galaxy S.
Samsung siempre intentó parchear la pobre elección en materiales con decisiones que
más o menos daban resultado. El borde que parecía metal pero
no lo era del S5, los colores más mate para disimular el plástico y las
formas algo más suaves del Note 4 por poner algunos ejemplos.
Solo eran espejismos, cualquier sensación
premium se disolvía en cuanto sosteníamos el teléfono en la
mano. Eso no ocurre, por fin (en serio, por fin) con el S6. Los bordes
son de aluminio, la parte trasera está cubierta por un delicado cristal
construido con Gorilla Glass 4 y el peso del terminal al sujetarlo es
una gozada. Mi principal temor, llegados a este punto, era que pronto se
cubriese de marcas y arañazos, pero en los días que llevo con él no
sólo no ha ocurrido sino que el teléfono sigue luciendo, impoluto y
desafiante, como el primer día.
Todo tiene un precio. Y en el caso del Galaxy S6 ese ha sido sacrificar
la posibilidad de una ranura para tarjetas microSD y poder cambiar la
batería. Como ya expresé en su momento, me parece un falso drama,
absurdo e innecesario. La mayoría de teléfonos de alta gama, por no
decir todos, hace tiempo que no permiten cambiar la batería y no veo a
nadie por la calle deambulando en busca de un enchufe salvador.
Con todo, la decisión más acertada en el diseño S6 Edge es la que la da
identidad y nombre: los bordes curvados. Son descendientes de un
progenitor claro, el Galaxy Note Edge, aunque aquí son menos acentuados y
además se disponen a ambos lados del teléfono. Unos párrafos más abajo
hablamos de la utilidad y la sensación real que aportan en el uso pero
desde un lado meramente estético son, simplemente, lo más espectacular
que he visto en un teléfono en años.
Consiguen darle al S6 Edge esta apariencia genial, futurista, el teléfono pseudodistópico que imaginamos para
Blade Runner 2 (ahí va una idea gratuita de product placement,
Samsung, de nada) o para Terminator. El tipo de teléfono que nace de
los sueños más húmedos de la ciencia ficción, el que llevaría Tom Cruise
si Minority Report no se hubiese filmado hace ya trece años. (Sí, trece).
Del One M9 decíamos que, por su elegancia y líneas cuidadas, tenía
presencia, sabía estar. Encajaba saliendo de una chaqueta un día de boda
y encajaba saliendo de unos vaqueros raídos en un concierto de rock.
Impoluto e inmaculado, como el niño bueno que hace trastadas pero
siempre luce beatífico cuando lo mira un adulto.
Con el S6 Edge me pasa algo parecido pero
al mismo tiempo va más allá. Supongo que es, en el fondo, la
consecuencia misma de que algo tenga un buen diseño. Por un lado lo veo
elegante, cuidado, casi clásico. Pero por otro, con esos dos bordes a un
lado y otro es rebelde, atrevido, llama la atención y disfruta cuando
la recibe. Durante estos días, sacar el terminal en entornos tan
dispares como una quedada con amigos o la cola del supermercado se
recibía la misma reacción: "Wow ¿Y ese teléfono?".
Viene en cuatro colores: negro zafiro, blanco, verde esmeralda y
dorado. Mi preferencia, personal, de mayor a menor es: Negro, Verde,
Blanco y Dorado. El dorado no es tan estridente como en el caso del S5
pero me sigue pareciendo, ugh, dorado.
Usando el Galaxy S6 Edge: la curva es bella. No es útil, pero es bella
Mientras sacaba el Galaxy S6 Edge de la caja y lo configuraba, sabía
que tenía ante mi un ejercicio exquisito de diseño y calidad de
materiales. Me resultaba algo raro, como he dicho, dada la experiencia
con los anteriores Galaxy S pero bueno, ahí estaba. Inmediatamente
después, y cómo no, comenzaron las dudas.
La principal: cómo esos bordes curvados iban a afectar a mi uso diario
con el terminal. ¿Iba a aportarme funcionalidades y herramientas que no
existen en otros teléfonos? ¿Iba a provocar engorrosos toques
accidentales al sostener el teléfono? ¿Iba a definir o cambiar de algún
modo mi experiencia con el mismo, a hacer que se sintiese como algo
genuinamente nuevo?
En corto: No, no y no. En largo: Hay dos funcionalidades contadas, las cuales ahora detallo, que
realmente aporta esa curva. Por otro lado, salvo un par de
ocasiones puntuales el borde curvado no ha interferido con mis acciones,
al contrario, ha facilitado la interacción en algunos casos. Y no, los
bordes hacen que se sienta como algo particular, curioso tal vez, pero
no radicalmente innovador, nuevo o distintivo.
Sobre la utilidad. Como avisaba antes, la curva es bella. Muy bella.
Preciosa. Pero no es particularmente útil. La funcionalidad más
relevante es que podemos asignar colores a diversos contactos y cuando
nos llaman
uno de los bordes (no dos, uno solo, el derecho) se ilumina
con dicho color. La idea es que si el teléfono está boca abajo podamos
identificar rápidamente quién es. Si no nos interesa, un doble toque en
el sensor de pulso cardiaco rechaza la llamada y responde con un SMS
predeterminado. ¿La verdad? Siento que sí, podría llegar a ser útil,
pero ni utilizo tanto las llamadas tradicionales (sólo funciona con
ellas), ni suelo dejar el teléfono boca abajo ni tampoco es que me
ahorre una cantidad de tiempo tan crucial como para llorar de alegría.
La segunda funcionalidad es una especie de menú deslizante en el lado
derecho que nos lanza diversos contactos favoritos ordenados por colores
y permite desarrollar acciones para cada uno. El fallo catastrófico
aquí es que esas opciones son solo 3: Llamar, enviar un SMS o enviar un
mail con el cliente nativo de Touchwhiz (no Gmail). Es tan limitado que
es absurdo. En general, ambas opciones se sienten como una justificación
innecesaria para la curvatura de la pantalla.Y no hace falta, de verdad. La curva es espectacular por sí misma. No son necesarias más florituras.
La batería. La fluidez. La pantalla.
Hablemos de la batería. Aquí el S6 se queda en la misma línea
conservadora que el resto de terminales de gama alta. No es mala, en
absoluto, pero tampoco es buena ni para dar saltos de felicidad. Con un
uso normal/moderado se llega a las 24 horas, lo cual implica que tendrás
que pasar por el cargador cada noche antes de ir a dormir. Conscientes
quizá del problema, Samsung le ha metido un modo de carga ultrarrápida
que promete 4 horas de uso con estar conectado sólo 10 minutos a la
corriente.
Tanto el S6 como el S6 Edge llevan carga inalámbrica sin necesidad de
aumentar su grosor o de colocarle una funda incómoda. Ante esto, y por
un lado: por fin, es otro de esos detalles futuristas que llevo años
esperando en un teléfono móvil. Por otro: la realidad es que quiero
usarlo en todos lados pero no puedo. No puedo porque no está lo
suficientemente extendido aún. Algunos fabricantes, como IKEA, están
comenzando a implementarlo. Mi idea del futuro de la batería para
móviles y otros accesorios pasa por algo parecido a lo que el S6 luce
casi como un experimento: superficies que de manera pasiva cargan
nuestros teléfonos. Mesas, tapicerías en los coches, asientos de
metro... es mi visión de un futuro donde liberarse de la tiranía del
cargador pasa no sólo por conseguir baterías que duren más sino por
entornos ubicuos donde lo difícil es, de hecho, no cargar el teléfono
cuando reposa sobre una superficie.
En cuanto a la fluidez y velocidad general del dispositivo, la buena
optimización del procesador Exynos por parte de Samsung hace que pueda
utilizar aquí una palabra fantástica: consistencia. La consistencia,
cuando hablamos de un teléfono móvil, es una palabra preciosa. Significa
que no puedo decir "
va bien en general salvo quizá en momentos puntuales cuando abro la cámara o la multitarea", por ejemplo, significa que el teléfono funciona fluido y veloz, sin más, de manera consistente. Abras
una aplicación, cargues un vídeo o inicies la cámara rápidamente para
fotografiar eso que se te escapa, el teléfono responde al momento. Son
esos detalles los que provocan que en el día a día un teléfono se
convierta en una extensión de tus manos, de tu pensamiento, antes que un
simple instrumento. Consistencia.
Dos detalles adicionales. El sensor de huellas dactilares, por fin,
funciona como debe. Tanto en el S5 como en el Note 4 había que deslizar
el dedo sobre él. Era incómodo, impráctico y además poco preciso. En el
S6 sólo hay que dejarlo reposar y listo. No, no es tan bueno como el del
iPhone pero sí lo suficientemente bueno. Por otro lado, el sonido de
los altavoces es decente para lo que suele ser un móvil. De nuevo no
tan bueno como esos maravillosos frontales del One M9, pero sí lo suficiente teniendo en cuenta que sale de un hueco tan pequeño.
Sobre la pantalla, más arriba mencionábamos que tiene una resolución
absurdamente alta y una densidad de 577 píxeles por pulgada. Lo
divertido es que es tan, tan, tan alta que simplemente deja de importar.
Tus ojos no van a poder apreciarlo. Lo único que necesitas saber aquí
es que se ve siempre bien, que quizá se queda algo corta bajo la luz del
sol y que el ajuste automático del brillo a veces es un rebelde de alma
libre. Nada que no pueda solucionarse afinando el
software. Es una pantalla increíble, probablemente la mejor
que he visto nunca en un teléfono y cuya resolución desorbitada se debe a
que será compatible en los próximos meses con un visor propio de
realidad virtual. Parecido al que ya hay para el Galaxy Note 4. La
densidad del Note, por cierto, es de "sólo" 518 (frente a los 577 de
aquí), así que tengo curiosidad por ver cómo se nota ese aumento de
resolución en el modo de realidad virtual. La densidad del iPhone 6,
como dato comparativo, es de 401 pixeles por pulgada.
Y por último, Touchwhiz. Con el S6, Samsung ha eliminado todo tipo de
carga, floritura o añadido irrelevante de la interfaz. Es algo, de
hecho, muy poco Samsung, pero es genial. Touchwhiz no sólo luce ahora
más elegante que nunca por culpa de adaptarase al
Material Design de Android Lollipop sino que la interfaz está
más libre de interrupciones, confusiones y distracciones que nunca.
Algunos elementos, como la cámara, se benefician particularmente de este
detalle.
Solía considerar que TouchWhiz era uno de los principales lastres no
sólo para un Galaxy S, sino para cualquier Samsung. Con esta última
actualización la compañía ha conseguido, como mínimo, que me parezca
igual de bueno que Android nativo, de
stock. Y eso es un avance gigantesco.
La mejor cámara que he probado nunca
Hay pocas maneras de resumir mejor la cámara del Galaxy S6. Es la mejor
que puedes encontrar ahora mismo en un teléfono. Sin más.
Es, como decía más arriba, muy fácil de usar (doble pulsación en el
botón de inicio y ya la tienes disponible) y responde perfectamente en
la inmensa mayoría de situaciones, mejor incluso que mi otro teléfono de
referencia para comparar resultados, un iPhone 6.
Precisamente en el iPhone, y aunque monta otra cámara fantástica
también, mi mayor queja es que la interfaz limita en gran parte las
funcionalidades de la cámara. Es más simple, qué duda cabe, pero a costa
de sacrificar parte de la experiencia. En el caso de Samsung, esa
tendencia al minimalismo y a eliminar opciones redundances o
innecesarias da como resultado una interfaz que es clara pero al mismo
tiempo potente bajo el capó.
La interfaz:
En macro:
Baja luminosidad:
Buen
detalle y poco ruido, el rango dinámico llega hasta donde incide
directamente la luz de la lámpara, donde la imagen aparece quemada.
Más fotos, comparadas con el iPhone 6.
A la izquierda Samsung Galaxy S6, a la derecha iPhone 6. Modo normal.
Galaxy S6 arriba, iPhone 6 abajo.
Galaxy S6 arriba, iPhone 6 abajo. Mejores colores en el Galaxy S6.
Galaxy S6 arriba, iPhone 6 abajo. Mejor de detalle, en las hojas, en el S6
Nos gusta
El acabado, el diseño, los materiales. Por fin. Samsung ha hecho un terminal
premium que se siente como tal. Un ejercicio de fabricación increíble con cristal, aluminio y una pantalla abrumadora.
La cámara, en general, consigue las mejores fotos que puedes obtener ahora mismo desde un
smartphone. Es rápida, está siempre lista con un simple doble
toque en el botón de inicio y conjuga una interfaz que mezcla a la
perfección sencillez y simplicidad con opciones más avanzadas.
La consistencia del rendimiento. Simplemente va bien.
El sensor de huellas dactilares funciona por fin como se supone que un sensor de huellas dactilares debe funcionar.
No nos gusta
Es sorprendente, y casi chocante, que con el ejercicio de innovación
tan brutal que hay detrás de esos bordes curvados y de una pantalla con
esa densidad absurda de píxeles no ocurra algo parecido en el caso de la
batería. Se carga de manera inalámbrica, sí. Se carga muy rápido,
también. Pero sigue durando un día en condiciones normales. Sal un par
de días a la montaña u olvida cargarlo por la noche y tendrás un
problema.
La trasera de cristal y los bordes curvados tienen un precio: es uno de
los teléfonos más resbaladizos que he probado nunca. Si tienes
tendencia o un historial a dejarlos caer como, honestamente, es mi caso,
tenlo en cuenta o ponle una funda rápido (arruinando de paso el diseño,
todo sea dicho).
Samsung ha aprendido la lección en lo que a materiales y construcción se refiere, pero el
packaging y los accesorios siguen estando en la lista de
pendientes. La caja es sencilla, pero tan pobre que no da la sensación
de albergar un producto de casi $900 dólares dentro. Los auriculares,
además de ser una copia ridícula de los EarPods de Apple dejan
mucho que desear en cuanto a diseño y en cuanto a construcción. Y el
cargador, especialmente cuando se ve junto al diseño exquisito del
teléfono, parece sacado de 1990.
¿Me lo compro?
Sí. Es el mejor teléfono que Samsung ha fabricado nunca y uno de los
mejores Androids construidos hasta la fecha. El tipo de teléfono del que
dentro de unos años hablaremos con un "
¿Recordáis los bordes curvados del primer S Edge? Ah, aquellos eran los tiempos".
Y no, la curva del borde no te aportará nada especialmente útil,
diferente o radical. Pero eso no es malo necesariamente. En su lugar,
consigue perfilar un teléfono increíble con un diseño que la mayoría de
competidores intentarán alcanzar durante meses, quizá años.
Se siente, en general, como un teléfono traído del futuro unos cuantos
años antes. Un hijo de la ciencia-ficción. Como un vistazo, desde un
resquicio, a lo que será la telefonía móvil en dos, tres o cuatro años.
Para mí, de momento, es suficiente.
Galaxy S6 vs Galaxy S6 Edge ¿Cuál elegir?
Desde mi punto de vista, se reduce a una simple cuestión de diseño y
presupuesto. $100 dólares/150€ separan a ambos terminales. En mi
opinión, el diseño, los acabados y cómo se siente el Galaxy S6 Edge en
conjunto compensa más que de sobra pagar esa diferencia. Es un Galaxy S6
pero con extra de wow.
Por el lado del presupuesto, la realidad es que aunque esa diferencia
no sea tan grande, el precio del terminal va a seguir siendo alto, sobre
todo si se compra libre. El resultado es una delicada balanza con un
resultado que al final es muy personal. Mi consejo es ir a una tienda,
comparar ambos terminales en la mano y decidir.
Samsung Galaxy S6 Edge, análisis: el smartphone del futuro que esperabas
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