50 años de la Ley de Moore: ¿qué ocurrirá cuando ya no se cumpla?
Este domingo se cumplen 50 años de la Ley de Moore enunciada en 1965 por Gordon Moore,
uno de los padres de Intel. Expresa que cada dos años aproximadamente
se duplica el número de transistores en un circuito integrado. Ha venido
cumpliéndose durante los últimos 50 años y lo seguirá haciendo algunos
más, pero ¿tiene un límite?
La Ley de Moore apareció por primera vez enunciada en un artículo de la revista Electronics y
a pesar de que no es exactamente una ley en un sentido estrictamente
científico, sino más bien una observación, ha sentado las bases de gran
parte del progreso de la humanidad durante el siglo XX. Para dar algo de
contexto, en 1978 un vuelo comercial costaba 900 dólares y tenía una
duración de unas 6 horas. Aplicando los principio de la ley de Moore,
hoy en día ese vuelo costaría como 1 centavo y tardaría menos de 1
segundo en realizarse.
Cada chip
que la humanidad ha ido produciendo es más barato que el anterior, más
barato y más poderoso. Pero toda progresión exponencial, al menos en la
vida real y no en la matemática teórica, tiene su límite. Y el de Moore
parece estar acercándose rápidamente. El propio Moore ya afirmó en una
entrevista en 2010 que su propia ley estaba muerta. No lo decía en un sentido literal, no es que ya esté muerta, pero tiene una fecha de caducidad muy obvia: la propia dimensión física de la materia, los átomos.
La carrera hacia el infinito
La Ley de
Moore es, en el fondo, una carrera apasionante hacia el infinito, hacia
los límites de la miniaturización. Al momento de escribir estas líneas
la frontera en la mayoría de procesadores de consumo de compañías como
Intel está dibujada sobre los 14 nanómetros para cada transistor (aunque
eso no quiera decir que sean los más utilizados).
Un transistor es el alma de un microprocesador, emula los 1 y los 0 del código binario según deje o no pasar la energía a través de él.
Para dar un mínimo de contexto sobre las dimensiones tan extraordinarias
de las que estamos hablando, el diámetro de una molécula de glucosa
está en 1 nm, la insulina es un poco más grande, 5 nm, y la pared de una
bacteria se queda en 10 nm. Un virus son 75 nm. Así que si estás
leyendo esto desde un PC o teléfono de última generación es posible que
la tecnología de transistores que lleva el procesador que te permite
hacerlo sea aún más pequeña que un simple virus.
Dentro de alrededor de un año o año y medio llegarán los 10 nanómetros y después el camino es relativamente ambiguo. En principio llegaríamos a los 7 nanómetros allá por 2020 y una vez llegados a ese punto la mayoría de expertos da por sentado que la Ley de Moore llegará a un trágico pero lógico final. No quiere decir que la innovación vaya a terminarse, no quiere decir que no se estén desarrollando nuevas investigaciones para evitarlo pero de momento no hay nada que nos asegure al 100% que esa progresión exponencial va a seguir cumpliéndose.
¿Y después qué?
¿Y
después? Esa es la pregunta que instituciones de todo el mundo se hacen
continuamente. La agencia estadounidense de investigación de proyectos
avanzados de defensa, DARPA, tiene dos grandes proyectos en desarrollo
y empresas como Intel o AMD en cuyo futuro desarrollo tiene mucho que
decir la Ley de Moore albergan también iniciativas similares.
“No hay ningún crecimiento exponencial que, en la práctica y más allá de la teoría, sea infinito. Eso lo tenemos claro” dice Simón Viñals, Director de Tecnología de Intel Iberia en conversación telefónica a Gizmodo en Español, “La
mayoría de iniciativas actuales se encaminan a mejora la eficiencia
sobre la reducción de costes y aumento de potencia que implica la Ley de
Moore”
Se
investiga, por ejemplo, en capas de transistores en 3D. A día de hoy la
impresión de las obleas de procesadores mediante litografía óptica es
planar. El reto es crear ahora capas tridimensionales de transistores
interconectadas entre sí. “Aunque es algo bastante complejo” apunta Viñals.
La computación cuántica,
aún en pañales, puede ser otra de las vías. No sólo utiliza una
arquitectura completamente distinta, basada en qbits (bits que pueden
ser 1 y os al mismo tiempo) en lugar de bits sino que algunos de los
problemas teóricos intratables del actual modelo pasarían a ser
tratables.
Y, por último, la computación neuromórfica. “La
computación neuromórfica replica, con transistores, el comportamiento
de un cerebro biológico. Implica la conexión masiva de millones de
elementos pequeños, el equivalente a las neuronas, en lugar de pocos y
más grandes” afirma Viñals.
La idea de replicar con una máquina el
funcionamiento del cerebro no es nueva, lleva dando vueltas desde la
década de los 80, pero es apasionate. En 2011 IBM consiguió fabricar el
de la imagen de abajo, que funciona como si fuesen 256 neuronas con 1024
sinapsis.
No sólo daría lugar a chips más eficientes sino que allanaría el camino, en parte, hacia la inteligencia artificial.
El
punto crítico tras la muerte de la ley de Moore no es sólo que reducirá
el crecimiento tecnológico, en cualquiera de sus formas, sino que detrás
de él irá también en parte el económico. El auge de compañías como
Apple, Google, Pixar o Dreamworks se debe en gran parte a la progresión
que supone la ley. Podremos intentar emular un crecimiento, podremos ver
periodos de crecimiento acelerado aquí y allá pero de momento no parece
que un crecimiento exponencial sostenido durante seis décadas, como ha
ocurrido con Moore, vaya a ocurrir.
¿Qué
ocurrirá cuando la Ley de Moore decida, definitivamente, dejar de
aplicarse? Nadie lo sabe, no a ciencia cierta al menos. Pero será
divertido descubrirlo.
50 años de la Ley de Moore: ¿qué ocurrirá cuando ya no se cumpla?
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