miércoles, 27 de mayo de 2015

5 tips para hacer marketing de video online


Los profesionales del marketing, periodistas y curadores de contenido estamos, una vez más, reconociendo el valor del video en línea. En realidad, probablemente nunca nos fuimos. Por el contrario, nuevas tendencias en las comunicaciones en línea han estallado y desvanecido mientras que el vídeo online ha construido poco a poco su audiencia.

El regreso a la prominencia del video en línea ha provocado que expertos en relaciones públicas y gerentes de marca se vuelvan locos para producir contenidos multimedia. Pero muchas de esas personas harán un mal video. Por lo menos no va a ser tan bueno como necesita ser para poder destacarse de la gran cantidad de videos en la red.

Aquí te dejamos cinco tips para hacer buenos videos en línea.

1. El valor de producción: hace dos años desayunaba con Chris Anderson, fundador de TED, la plataforma mundial para compartir ideas. Le pregunté por qué creía que TED se había convertido en un fenómeno cuando el formato de videocharlas existía desde hace tanto tiempo. Me dijo “El valor de la producción. Invertimos mucho para que los videos se vean bien”. Explicó que tratan cada presentación como si fuera un video musical, con una muy buena iluminación, diferentes ángulos de cámara, gráficos interesantes, mezclas de audio, etcétera.

No hay duda, los videos de TED se ven sumamente profesionales. Y la lección para los marketeros modernos es invertir para tener un video que se vea de calidad.

2. Audiencia: la primera regla del marketing y la comunicación es ser lo más claros posibles con tu audiencia. No inviertas en hacer videos online sólo porque “todos los demás lo están haciendo”. Sé muy claro respecto al público que buscas impactar con tus contenidos. ¿Estás vendiendo algo o sólo quieres atraer público a tu marca? ¿Aumentar el conocimiento de tu empresa o llegar a un sector demográfico específico?

3. Sé profesional: si no puedes hacerlo tú mismo, contrata a alguien que sí tenga los conocimientos. Ciertamente este es un gran consejo que se aplica desde a la plomería hasta la cirugía, pero también es pertinente en este caso.

Contratar a un equipo que sepa hacer videos cuesta dinero, pero también puede ayudarte a ahorrar tiempo, generar más creatividad sobre cómo alcanzar tus metas y permitirte concentrarte en la imagen completa en lugar de los problemas de producción.

4. Arco argumental: uno de los aspectos más importantes de un buen video – uno que la gente de hecho vea – es contar una buena historia.

Los gatitos siempre generan vistas pero difícilmente estarán alineados con la narrativa de tu estrategia de marketing. Cuenta una buena historia con personajes agradables, detalla sus viajes y dales una conclusión fuerte. Por ejemplo, evita poner a tu vicepresidente enfrente de la cámara y mejor cuenta una buena historia de un cliente.

5. Locación, locación, locación: no puedo decirte a cuántas juntas de marketing y comunicación he asistido donde alguien propone hacer un video. Invariablemente siempre digo “Buena idea, ¿qué vamos a hacer con eso?”.

Un buen ejemplo de una estrategia de video que sabe conectarse con su audiencia es la de la startup HearNotes. Hicieron esta campaña para su proyecto en Kickstarter donde destacaron el valor y la historia de su producto.

“Sabíamos la importancia que tenía sacar una buena campaña de video”, dijo Patrick Donohue, director de HearNotes. “Es por eso que invertimos tiempo para desarrollar una historia única con una producción de calidad que ofreciera una buena imagen de la compañía”.

Tener video, incluso buen video, no es una victoria. Para triunfar, tu audiencia objetivo debe verlo, lo que significa que debe tener un lugar donde lo puedan encontrar. Las mejores y más exitosas campañas de marketing de video online están diseñadas con un destino en mente, ya sea plataformas como YouTube, Vimeo, Vine, Instagram, etcétera.

Cuando la idea de producir video salga en la próxima junta, asegúrate de responder estas cinco preguntas en orden: ¿Quién es tu audiencia?, ¿Qué quieren lograr con el video?, ¿Pueden contratar servicios profesionales?, ¿Qué dirá la historia? y ¿Cómo pueden aumentar el valor de la producción?


Por Derek Newton

martes, 26 de mayo de 2015

Cómo ser un líder más humano


El líder con sentido humano se forma a partir de lo que aprende en la vida y de los conceptos que descubre en su camino. El coach empresarial y de vida Alfredo Culebro, socio fundador en Wealth Planters Oficial, una empresa dedicada a motivar el potencial humano, dice que cuando un emprendedor logra un liderazgo de este tipo, genera un impacto positivo en su organización, permitiendo que sus empleados trabajen con mayor entusiasmo y sean más productivos.

Según una encuesta sobre productividad elaborada por el Institute for Corporate Productivity, el 76% de las empresas afirma que un liderazgo optimista hace que la productividad de la compañía se incremente. Al respecto, el experto –quien también es autor del libro Esto tiene que cambiar (2011) considera que si un líder se mantiene en paz y optimista en un 100%, logrará equilibrio en todas las facetas de su vida y un acto de sinergia con los demás. Es como un virus positivo que se contagia y expande en el resto del personal. Si por el contrario vive el 65% de su tiempo en estrés, provocará este mismo efecto entre los miembros de su equipo.

Por lo tanto, como líder de tu negocio, procura las siguientes características que te ayudarán a integrar un equipo de alto desempeño, dispuesto a colaborar contigo durante muchos años.

1. Energía. Un buen líder debe tener energía positiva que se transmita como corriente eléctrica entre sus colaboradores para emprender cualquier cruzada. Un empresario exitoso y más humano necesita diversas cualidades, una de las más importantes es esa energía positiva y capacidad de transmitirla.

Ten presente que el éxito de una empresa siempre va en función de los empleados y de la energía positiva con la que ellos trabajen. Si un líder tiene la energía necesaria para no vencerse y no claudicar, cuando los demás digan “no puedo”, él se levantará y lo hará.

2. Generosidad. Para mucha gente, este concepto consiste en dar dinero a una fundación o a las personas pobres que ven en la calle; sin embargo, el ser generoso significa ser más consciente y empezar con pequeñas acciones positivas. Por ejemplo, no tirar basura en la vía pública, ceder el paso o ayudar a un adulto mayor a cruzar la calle. “Si entiendes así la generosidad, realmente vas a trascender y a transformarte”, señala Culebro. Además, quien es generoso en casa, en el trabajo y en la vida en general, tendrá la capacidad de reformar toda una organización.

Si en la empresa eres justo y ayudas a todos los que en ella participan, obtendrás mejores ingresos económicos y facili-dad de operación. La generosidad se irá extendiendo como una onda expansiva al resto de tus empleados, lo que condu-cirá a una alta productividad, reducción de las tasas de rotación e incluso, mayor satisfacción de los clientes.

3. Ética. Un buen líder comprende la ética y la mantiene; es decir, entiende cuáles son las reglas y las respeta. Sabe que no hay que corromper o robarse la luz. Las actitudes éticas sembrarán las semillas de la lealtad en la compañía. Recuerda que la buena reputación se crea y las consecuencias de ser ético es abundancia ilimitada y éxito en tu empresa. Si por el contrario, robas, seguramente tendrás más de esto.

Los beneficios de un liderazgo ético darán mejoras en la imagen de la organización, así como mayor credibilidad y confianza de los inversionistas y colaboradores; serás un ejemplo para los demás en el mercado y reducirás los conflictos de los miembros que conforman tu equipo. Ojo: el liderazgo ético es un comportamiento contagioso que siempre será reconocido y recompensado.

1. Enfoque. Al estar al frente de un proyecto debes tener bien claro lo que quieres, tu misión y lo que necesitas para llegar a tu meta. Ten en cuenta que en el camino probablemente la vida te va a golpear y tirar varias veces; no obstante, el secreto está en levantarte, enfocarte una y otra vez, y no rendirte.

2. Sabiduría. Se trata de hacer el conocimiento práctico. De nada sirve leer libros, escuchar cintas o hacer una maestría si lo aprendido no lo aplicas en tu vida diaria. La habilidad de hacer el conocimiento práctico y compartirlo es el saber. Por ejemplo, hay abuelos que tal vez no cursaron la secundaria, pero tienen tal conocimiento de la vida –lo han sabido aplicar y transmitir a nuevas generaciones– que son sabios en la práctica.

3. Diversión. A un líder debe gustarle lo que hace y pasarla bien. Una persona alegre genera partículas de fuerza de vida y también produce células de amor. La diversión es un elemento fundamental para la vida y, desde luego, para los negocios. Cuando sucede esto, no sientes que estás trabajando sino haciendo lo que realmente deseas. Si haces lo que amas, eso te amará cien veces más a ti y seguro será un éxito.

4. Paciencia. Entiende que la vida es un proceso y que con perseverancia todo saldrá bien y hacia adelante. Si se presentan obstáculos, es necesario seguir pedaleando y dar un paso a la vez para poder llegar al destino que buscas.

5. Vida espiritual. Además de los puntos anteriores, este aspecto es clave para ser un mejor líder. El sumar espiritualidad a tu liderazgo te ayudará a sacar y dar lo mejor de ti. No se trata de religión; más bien de ofrecer lo mejor que llevas dentro, como la bondad y el amor, elementos que están implícitos en la propia naturaleza del ser humano.

Convierte el no en sí

Blair Singer, experto en inteligencia empresarial y coaching, explica que en numerosas ocasiones existe una “vocecita” en nuestro interior que nos dice: “no se puede”, “harás el ridículo”, “no lo vas a lograr”. Miedos o preocupaciones que son una verdadera batalla interior y que bloquean tus sueños y no te dejan emprender.

El coach asegura que esa “vocecita” aparece porque “cuando la emoción sube, la inteligencia baja”. ¿Cómo evitarlo? Empieza con los siguientes consejos.

1. Piensa con la cabeza fría. Un buen líder debe ser honesto. Por tanto, si estás enojado por alguna circunstancia, la recomendación es que reconozcas que tu emoción está subiendo y no tienes claridad en ese estado. Piensa que podrías decir cosas de las que quizá te arrepentirás después. Ante tal escenario, no tomes una decisión en el momento y tranquilízate. De esta forma, la inteligencia se recupera, la emoción bajará, volverás a tener pensamientos más positivos y tendrás la capacidad de comprometerte nuevamente.

2. Pon un alto a lo negativo. Analiza tus reacciones. Si estás frente a una situación de miedo o que te produce tensión, observa cómo reaccionas. Cuando te enfrentes con la adversidad, ten en cuenta que sólo se trata de un incidente aislado. Así que aliéntate con frases positivas como: “esto sólo fue una mala estrategia y no volverá a suceder”. Lo esencial es que tu voz interior no sea ni un autocastigo ni un autosabotaje.


Por Fátima Escobar

10 claves para una primera impresión exitosa


Es una persona importante. Se acerca, te saluda y tú le extiendes tu mano temblorosa. ¡Cuidado! En 10 segundos ya tiene una opinión sobre ti.

Sucede en cada primer encuentro: el proceso de la primera impresión entra en juego, y quieras o no, estás dentro. Olvida que romperás el hielo al abrir la boca; es tu lenguaje corporal y, sobre todo tu cara, lo que determinará la impresión inicial que tu interlocutor tendrá sobre ti.

“Nunca tendrás una segunda oportunidad para lograr una primera buena impresión”. Lo menciono en cada capacitación que doy en imagen ejecutiva cuando llega el momento de hablar del poder del lenguaje corporal.

No puedes decirle a tu cliente: “¿Te importaría si posponemos esta reunión? No estoy logrando dar una buena primera impresión de mí. Me siento nervioso, inseguro… generalmente no soy así, pero hoy no sé qué me pasó”. ¡Por supuesto que no! Si estás allí es porque has luchado por obtener ese encuentro, o bien, porque tu trabajo te pide que entables esa interacción. Así que es preciso que aprendas cuanto antes a salir avante y victorioso.


El costo de dar una mala impresión

Más de una vez te juzgarán erróneamente por la primera impresión que provoca tu lenguaje corporal. ¿Pareces amable o molesto? ¿Te ves gustoso de estar allí o no? ¿Te muestras con ganas de entablar una comunicación inicial? A partir de hoy, deberás ser mucho más consciente del poder que tiene tu comunicación no verbal en los negocios. Una interpretación errónea de ti podría costarte muy caro.

Nadie quiere hacer negocios con personas inseguras o poco experimentadas. Asimismo, difícilmente existirá gente dispuesta a pagarle a alguien que demuestra poco interés. Todos queremos sentirnos seguros de estar con la persona correcta para la solución que buscamos.

Primero que nada, es importante que dejes de creer que la primera impresión se trata sólo de tu vestimenta. Aunque es muy relevante, es uno de los muchos elementos que integran tu comunicación no verbal. Hagamos una pequeña reflexión. En cada interacción en persona sucede lo siguiente:

     1) Hay un contacto visual primario.
     2) Se presenta una sonrisa o un gesto de seriedad de ambas partes.
     3) Tú lees el estado de ánimo de tu interlocutor y él hace lo mismo contigo.
     4) Ambos se saludan verbalmente con un “Hola” y dicen su nombre.
     5) Se da un saludo profesional al estrechar la mano.

Todo lo anterior sucede en menos de 10 segundos. Inconscientemente, en este pequeño lapso ambos han hecho un juicio inicial del otro. La primera impresión se ha dado, y será el punto de partida para la conversación o negociación en puerta.

Comunicación no verbal, clave para triunfar

Entre más creces profesionalmente, más habilidades sociales necesitas para tratar con la gente. No requieres un posgrado o doctorado para entablar una comunicación personal y amena con un cliente; basta que sepas cómo adaptarte bien a los demás.

Zig Ziglar, célebre líder motivacional, orador y especialista en ventas, solía decir: “Si a la gente le agradas, te escuchará; pero si confía en ti, querrá hacer negocios contigo”.
Toma en cuenta estos tips:

1) Al conocer a una persona, recuerda tu reflejo en el espejo cuando estás contento y muestra esa cara. Sonríe. Provocarás que perciba que te agrada el encuentro y que eres una persona amigable.

2) Preséntate con buen volumen de voz y di tu nombre tranquilo. No pierdas contacto visual al hacerlo. ¿Parece obvio, verdad? Observa hoy cuánta gente al presentarse contigo dirá su nombre con volumen bajo y sin verte a los ojos. No es que no desee entablar una comunicación contigo: es probable que sea tímido o no sepa interactuar.

3) No importa qué tan complicado haya sido tu día, tu interlocutor no tiene la culpa. Sé amable, muestra una actitud positiva y toma la iniciativa extendiendo tu mano para saludarle. Existe una regla en el lenguaje corporal: la persona con mayor energía es la que lidera, la que muestra el camino, proyecta seguridad y toma ventaja.

4) Da un saludo de mano firme y seguro (no de truena-huesos ni tan débil que proyecte falta de carácter).

5) Para proyectar seguridad, necesitas tener confianza en ti mismo y no apresurarte. Camina tranquilo y siéntete en control de la situación. Jamás te muestres ansioso, nervioso o dubitativo.

6) Al sentarte no te encorves ni te desparrames sobre la silla. Estás negociando, no escuchando a tu mejor amigo en la sala de tu casa.

7) Siempre pregúntate: “¿qué tan honesto y confiable me siento?” Ésa es la clave para proyectar exactamente lo mismo.

8) Si estás de acuerdo con lo que escuchas, mueve tu cabeza ligeramente para demostrarlo.

9) Coloca tus pies en dirección a tu interlocutor. Esto demuestra interés y respeto por la otra persona.

10) Acerca tu torso a la otra persona cuando estés en el clímax de la conversación o le comentes los puntos más importantes.

Por último, una advertencia: el lenguaje corporal que persuade es el que se expresa de manera natural, no mecanizada. Así que aprende a interactuar y hacer de un primer encuentro una experiencia amena.


Por Alto Nivel / David Navarro

3 tips para mantenerte positivo


Como emprendedor, aceptar los retos y los fracasos es esencial para el éxito de tu negocio. Y puedes aprender a cultivar esta actitud si entrenas a tu cerebro para mantenerse positivo, aun cuando los tiempos son difíciles.

“La gente tiende a tener una base cognitiva hacia sus fracasos y hacia lo negativo”, afirma Matthew Della Porta, psicólogo y consultor empresarial. Nuestros cerebros suelen buscar la información negativa y a almacenarla más rápido en la memoria.

Esta base no siempre es mala. Reconocer los problemas y afrontar los fracasos nos puede dirigir hacia mejores soluciones. Sin embargo, constantemente vamos más allá y estos fracasos acaban abrumándonos o afectando nuestra actitud, autoestima y desempeño.

Al incrementar conscientemente nuestro enfoque en lo positivo, empezamos a equilibrarnos. Podemos encontrar el punto medio feliz donde seamos capaces de enfrentarnos a los retos y fracasos sin dejar que éstos nos depriman, manteniéndonos motivados y productivos.

Estos tres ejercicios te ayudarán a entrenar a tu cerebro a que se mantenga positivo:

1. Expresa agradecimiento
Los eventos negativos suelen permanecer mucho tiempo en nuestros cerebros a menos de que los balanceemos conscientemente. “Cuando te enfrentas a retos, es importante destacar aquello que sí está bien”, dice Della Porta. Pensar en las cosas buenas de tu vida puede ayudarte a balancear tu pensamiento, dándole a tu cerebro tiempo extra para registrar y recordar situaciones positivas.

Para ayudarle a tu cerebro a almacenar estos recuerdos felices, haz una reflexión diaria o semanal de aquello por lo que estás agradecido. Escribe las bendiciones que tienes, ya sea tu familia, tus amigos o trabajar en aquello que te gusta. Es preferible que lo hagas todos los días y lo conviertas en un hábito. Hay apps que sirven para esto como Day One, que es prácticamente un diario para dispositivos Apple y OhLife, un diario basado en e-mails.

2. Repite afirmaciones positivas
Como lo sabe cualquier político o publicista, cuanto más escuches un mensaje, más probable es que te lo creas. Lo mismo ocurre con los mensajes sobre quién eres y de lo que eres capaz de hacer. Al repetir estas afirmaciones positivas con convicción muchas veces en la mañana, entrenas a tu cerebro a que se las crea. “Con el tiempo conseguirás interiorizarlas”, afirma Della Porta.

Elige dos o tres afirmaciones que representen tus valores y metas como “Me estoy volviendo mejor cada día”. La repetición influirá la forma en la que interpretas los eventos negativos. “Especialmente si eres de la clase de personas que se predispone a lo negativo, este ejercicio es extremadamente efectivo”, señala el experto.

3. Reta a los pensamientos negativos
Cada vez que se nos ocurre un pensamiento negativo, nosotros elegimos cómo responderemos a él. Nuestros cerebros tienden a pensar en los eventos negativos de tal forma que parecen mucho más grandes y significativos que lo que realmente son. Para combatir eso, empieza a imaginar el pensamiento como algo ajeno a ti, como algo que puedas observar y destruir.

Después, reta a los pensamientos negativos que te están afectando. Por ejemplo, si tu startup no consigue la tracción que esperabas, podrías pensar que eres un fracaso. Eso es incierto e improductivo. Mejor, practica interpretar el mismo evento de otra forma. Podrías decir algo como: he trabajado muy duro pero no he tomado en cuenta los cambios en el mercado, me siento decepcionado pero lo intentaré nuevamente con más información. Esta interpretación es mucho más cortés, verdadera y proactiva.

“Al principio esta estrategia será difícil y podrías pensar que no funciona”, dice Della Porta. “Pero con el tiempo se convertirá en algo automático y será más difícil que surjan los pensamientos negativos. Nadie lo hace de manera natural, por eso debes aprender y practicar”.


Por Nadia Goodman

¿Eres feliz en tu trabajo? 10 claves para saberlo


La pregunta en sí misma puede sonar obvia: si estás contento o harto de tu trabajo, seguramente ya te diste cuenta… ¿verdad? Puede ser que sí. Sin embargo, a veces nos encontramos tan inmersos en la rutina que ni siquiera cuestionamos qué tan realizados nos sentimos con lo que hacemos.

Si llevas mucho tiempo trabajando en lo mismo y nunca te has preguntado qué tan feliz te sientes, quizá ahora sea un buen momento para hacerlo. ¿Cómo saber si satisfaces tus propias expectativas o las de alguien más? ¿Te ves teniendo un crecimiento importante a largo plazo?
Revisa cuidadosamente estos puntos y respóndelos con sinceridad.

1. La idea de ir a trabajar te ilusiona
Pones tu despertador, te despiertas a la primera, sales de casa a tiempo y llegas de buen humor a la oficina… ¿te suena familiar? Piensa si te motiva emprender nuevos proyectos, conocer personas o aprender cosas nuevas, o si, por el contrario, la sola idea de ir a la oficina te causa apatía.

2. El trabajo fluye
A todos nos ha pasado: tenemos momentos de inspiración máxima, en los que las ideas y los planes de acción llegan a nosotros, y momentos de bloqueo en los que simplemente no nos podemos concentrar. Sin embargo, si sueles sentirte con poca inspiración para resolver asuntos relacionados con tu trabajo, quizá sea momento de replantearte si es momento de cambiar de aires.

3. Te sientes cómodo con tu equipo
Tus compañeros de trabajo, jefes o subordinados son un soporte, y no un obstáculo para alcanzar tus objetivos y los de la empresa. Mantienes una buena relación con ellos, un vínculo que incluso va más allá de lo laboral. Puedes apoyarte en ellos y ellos también pueden contar contigo.

4. Crees que tu sueldo es justo
Consideras que tu sueldo se ajusta a tus capacidades y al nivel de tu compromiso, es decir, que ganas lo que mereces ganar. Por supuesto, esto no quiere decir que no tengas pretensiones económicas más altas.

5. Aportas más de lo necesario
En el día a día, te sientes motivado para ir más allá de lo estrictamente necesario. Esto significa que no te conformas con cumplir tus tareas ni con un horario laboral, sino que siempre aportas algo extra a tu trabajo… sin sentir que estás sacrificando tu tiempo o tu esfuerzo.

6. Te sientes valorado
Sientes que tu trabajo realmente hace una diferencia en el objetivo general de la empresa, que aporta un valor especial, y que éste valor es reconocido por los demás. Sabes que estás aprovechando bien tu talento.

7. Estás comprometido con los proyectos
Los proyectos de la compañía te interesan, o mejor aún, te apasionan. Te sientes involucrado con ellos en un nivel que va mucho más allá de lo estrictamente laboral.

8. Consideras tu trabajo una forma de vida
Tu trabajo forma parte integral de tu vida, y no es sólo una obligación que empieza al entrar a la oficina y termina al llegar a casa. Asimismo, tu profesión se complementa con tus propósitos personales.

9. Tienes autonomía para tomar decisiones
Te sientes con la libertad necesaria para tomar decisiones importantes con respecto a tu trabajo. Asimismo, sientes que cuentas con la autonomía suficiente para llevar a la realidad los proyectos que se gestan en tu cabeza
.
10. Tu trabajo es estable
No sientes que tu empleo peligra; por el contrario, consideras que tienes un futuro estable, que incluye crecimiento, aventuras y mucho aprendizaje.

Por SoyEntrepreneur

Plan de 18 minutos para ser más productivo


¿Alguna vez has empezado el día con las mejores intenciones de hacer las cosas y a media tarde te preguntas qué ocurrió con tu productividad? Resolver problemas pequeños y persistentes conforme van surgiendo y lidiar con e-mails y llamadas telefónica puede fácilmente descarrilarte, dice Peter Bregman, autor de 18 Minutes: Find Your Focus, Master Distraction, and Get the Right Things Done (18 minutos: Encuentra tu enfoque, domina la distracción y haz las cosas correctas).

“Con toda nuestra tecnología es demasiado fácil distraerse”, dice. “De hecho, generalmente le damos la bienvenida a las distracciones porque nos dan un descanso del trabajo que requiere esfuerzo y energía”.

El secreto para administrar efectivamente las distracciones, así como tu tiempo, es crear un ritual, dice Bregman. “Necesita ser un proceso que sigamos (sin importar qué suceda) y que nos mantenga enfocados en nuestras prioridades a lo largo del día”.

Éste es su ritual diario de 18 minutos para enfocarse e incrementar la productividad. Toma nota:

Paso 1: Planea (5 minutos)
Antes de iniciar tu día o revisar tu e-mail, siéntate con una hoja en blanco y escribe las tareas que harán exitosa esa jornada de trabajo. Después, toma tu calendario y agenda esas cosas a ciertas horas, recomienda Bregman.

“Hay demasiado poder en decidir cuándo harás algo”, dice. Pon las actividades más difíciles e importantes al principio del día cuando las distracciones son menores y estás más concentrado. Si toda tu lista no cabe en tu calendario, vuelve a priorizar tus pendientes y re agenda”.

Paso 2: Re enfócate (un minuto cada hora laboral)
Establece una alarma en tu celular o computadora para que suene cada hora durante tu día laboral. Cuando se active, pregúntate si usaste la última hora de manera productiva. Bregman dice que este ritual ayudará a volver al camino correcto cuando te distrajiste o separaste de él.

Paso 3: Revisa (5 minutos)
Al final de tu día revisa qué funcionó, a qué le pusiste mayor concentración y cuándo te distrajiste. “¿Conseguiste lo que querías conseguir?” dice Bregman. “Si no es así, ¿qué puedes hacer mejor mañana?”.

Por ejemplo, si hiciste muchas cosas durante la mañana pero te costó demasiado enfocarte en la tarde, considera agendar el trabajo que requiere concentración (como hacer campañas de marketing o reportes de ventas) lo más temprano posible. Deja otras tareas como revisar tus emails o monitorear estadísticas para la tarde.

Por Stephanie Vozza

4 ejercicios para mantenerte enfocado


¿Escribiste otra lista de pendientes, esperando que te ayude a ser más productivo? Puedo imaginarte desde aquí: reescribiendo proyectos que han estado en el tintero e incluso reenviándote un email para mantenerlo hasta arriba en tu bandeja de entrada. Pero eso no es productividad. Es una pérdida de tiempo, y peor: una pérdida de enfoque.

Déjame mostrarte cómo puedes retomar el control. Cada una de las actividades que te comparto a continuación está diseñada para que te enfoques en el éxito y sea un atajo para tener un día más productivo. Elige tu favorita, toma una pluma y un papel, y observa cómo mejora tu flujo laboral:

1. Haz una lista de tus mejores clientes
¿Recuerdas el Principio de Pareto de tus clases de Economía? Si necesitas un recordatorio, también se le conoce como la regla del 80-20; la idea de que el 80 por ciento de tus resultados viene del 20 por ciento de tus recursos. Esto significa que el 80 por ciento de tus ganancias viene del 20 por ciento de tus clientes, y que el 80 por ciento de tus ventas viene del 20 por ciento de tus productos.

¿Y qué tiene esto que ver con ejercicios de escritura? Haz una lista de todos los clientes con los que has hecho negocios últimamente. Hazla tan larga como quieras. Después identifica a los top 10 ó 20 clientes que repiten su compra, te refieren con otros y que son más disfrutables de trabajar con. El siguiente mes busca diferentes formas de cultivar relaciones más profundas con ellos.

Al lado del nombre de cada cliente, escribe una lista de tres o cinco cosas que puedes hacer las próximas cuatro semanas para capitalizar la relación. Por ejemplo, invitarlos a un evento especial, suscribirlos a una revista como regalo o llamarles para agradecer su preferencia.

2. Escribe una carta de agradecimiento
Vivimos en una sociedad que busca el reconocimiento constante. ¿Cuándo fue la última vez que le escribiste a alguien nuevo en tu red? No me refiero a mandar un email o una invitación a ser parte de una de tus comunidades online. Me refiero a una carta de verdad.

Tengo una rutina diaria: cada día le escribo un mensaje a mano de agradecimiento a alguien que conocí, trabajé con o de quien recibí alguna ayuda. No espero nada de regreso (no, no incluyo una tarjeta de presentación). Simplemente quiero que sepa que lo aprecio. Intenta hacer esto por un mes y verás los resultados.

Con este consejo iré más profundamente de lo que para mí significa ser “productivo”. Sé que  mis esfuerzos de hoy probablemente no me generen resultados inmediatos. Pero haciendo esto todos los días, hace que las demás personas tengan una nueva razón para conectarse conmigo y que me tengan siempre presente.

3. Haz un inventario de lo que no funciona
Es tiempo de ser honesto contigo, tu equipo, tus inversionistas y clientes. Pregúntate qué obstáculos hay en tu camino para ser completamente efectivo. Escribe las respuestas para que puedas evaluar sus pros y contras.

Una vez que tengas esta lista, acércate a tu mentor o coach y agenda tiempo para una conversación. Al identificar estos temas y discutirlos con alguien en quien confías, puede abrirte a aprender algo nuevo.

4. Escribe un boceto de cómo sería un día ideal
He escrito sobre muchos “días ideales” en el trabajo, en las vacaciones, visitando amigos, haciendo ejercicio… de todo. Establece un temporizador por 15 minutos, escribe cómo imaginarías un día perfecto en el futuro. ¿Cómo se ve, cómo se siente, cómo suena? ¿Quién está presente? ¿Qué estás haciendo? ¿Cómo estás vestido?

El propósito de escribirlo a detalle es fijar tu mente en trabajar hacia lo que parece una fantasía hoy, pero que podría ser realizable en el futuro. La simple energía que crees al escribir estas cosas podría ayudarte a tener un día más productivo.

Por Jason W. Womack

7 señales para saber si eres un líder débil


La mayoría de las personas asocian un líder débil con una persona dócil, tímida y callada. Aunque en ciertos casos puede ser así, los malos dirigentes también pueden ser explosivos, dominantes y un tanto dictadores.

Puedes tener todo el éxito del mundo en la incorporación de nuevos clientes, el desarrollo nuevos productos y servicios, métricas de productividad, etcétera, pero si las personas no te están buscando para estar en tu equipo, entonces eres una cabeza de este tipo.
Estas son siete actitudes que revelan si eres un líder débil.

1. Tu equipo sufre de burnout
Ser ambicioso y tener ímpetu son señales de muchas cabezas de proyecto efectivas. Sin embargo, si estás haciendo que tu equipo trabaje excesivamente e intercambias a sus miembros de manera indistinta, entonces no estas aprovechando tus recursos. Recuerda que los pequeños éxitos de productividad que tengas hoy pueden afectar la salud de tu equipo a largo plazo.

El manejo constante de crisis puede convertirse en una forma de vida que destruya la moral de tus empleados y termine por ahuyentarlos. En todos los negocios existen épocas donde se requiere “echar toda la carne al asador” pero ese no puede ser el estado natural. Las personas también necesitan recargarse.

2. Evitas tomar decisiones difíciles
Hay que tomar una decisión y tú te sales por la tangente. Esto puede deberse a que necesitas estar 100 por ciento seguro de la elección que harás o porque no tienes confianza en tus habilidades. Así que le pides a tus subordinados obtener más “datos duros” para poder estar más confiado. Esperas hasta el último momento para decidirte pues así puedes decir que te equivocaste porque “el equipo” se quedó sin tiempo para reunir suficiente información.

3. No sabes dar buenas direcciones
Quieres sacar un proyecto lo más rápido posible pero no has pensado cómo lograrlo. Reunes a tu equipo para tener una junta para comenzar a trabajar rebotando ideas en voz alta. Sin embargo, la falta de dirección hace que la discusión se pierda en tangentes confusos, por lo que al final de la reunión tu equipo sigue sin saber cuál es el rumbo a seguir, cuáles metas deben alcanzar y muchas áreas de acción quedan abiertas a la interpretación.

Al final, le dejas  tus subordinados la responsabilidad de interpretar qué es lo que quieres. Una señal segura: después de tener junta contigo, el equipo sale confundido y sabe que este nuevo proyecto será un desorden...como todos los demás.

4. Humillas a los miembros de tu equipo en público
No hay mejor manera de hacerse de una mala reputación como dirigente que regañar groseramente a uno de tus subordinados en frente de otras personas.  Puedes pensar que alguien hizo algo que necesita corrección, pero hacerlo de manera pública sólo demuestra que eres una persona inestable.

Los líderes débiles tienden a humillar a otros para sentirse mejor con ellos mismos. Si alguien de tu equipo merece tener una crítica constructiva, hazlo en privado. Hacer una “escenita” en una junta sólo  incomoda a los demás miembros del proyecto y no te deja en una posición de poder. Por el contrario, las buenas personas reaccionarán a la humillación y conseguirás distanciarte de un equipo que entregará resultados mediocres porque te tienen miedo.

5. Prometes pero no cumples
Entras juntas con los directores de la empresa o con un cliente importante y para asegurar tu posición, haces promesas irreales. Esto hace que te veas bien en el momento pero rara vez cumples con lo pactado o peor, dejas que sea tu equipo el que se encargue de cumplir tu palabra. Acciones así sólo disminuyen tu credibilidad y te expone como un individuo de “mucho ruido y pocas nueces”.

6. Le pides a muchas personas trabajar en lo mismo (y lo haces en secreto)
Es buena idea tener diversas opciones, pero no decirlo abiertamente ante tu equipo hace que las personas se enojen y se frustren cuando descubren que los apartaste en secreto de su operación habitual para realizar un proyecto en el que muchas personas están participando. Esto es especialmente dañino cuando eliges el proyecto que vas a utilizar, pues invariablemente mandas la señal de que no confías en tu equipo para realizar una buena propuesta de manera individual.

7. No das retroalimentación honesta
Evitas dar críticas constructivas porque no quieres lastimar los sentimientos de las personas. Ya sea que se trate de su desempeño, las posibilidades reales que tienen de recibir un aumento o si crees que son material para tu equipo, crear expectativas irreales es muy dañino pues genera amplia confusión cuando estas no se cumplen. Dar buena retroalimentación es la marca de un líder fuerte.

Por Peter Diamond

3 hábitos comunes de liderazgo que frenan tu éxito


Como emprendedor, trabajas en un ambiente de gran presión: recibes toda la gloria cuando tu empresa triunfa pero también toda la culpa cuando le va mal. Esta búsqueda constante de un buen desempeño puede hacer que desarrolles hábitos que terminan por dañar tus oportunidades de éxito.
Y los hábitos que más perjudiciales son aquellos que, irónicamente, están asociados con un supuesto liderazgo fuerte.

Aquí te dejo tres de estas costumbres engañosas y cómo puedes eliminarlas para siempre.

1. Sentir que lo sabes todo
La presión por tener todas las respuestas en tiempos de incertidumbre puede llevarte a depender demasiado de la historia o tradición y pensar que no necesitas un nuevo plan de juego. Cuando crees que lo sabes todo, no hay razón para involucrar a otros en la conversación. Los miembros de tu equipo se convierten en espectadores  y eso hace que sea más difícil para ellos compartirte información y opiniones esenciales, y mucho menos que se sumen de corazón a tus objetivos.

Con un enfoque “Yo lo sé todo” también viene la falta de la humildad necesaria para cambiar de rumbo cuando estás equivocado. Cuando Ron Johnson dejó Apple y se convirtió en director general de JCPenney generó una estrategia nueva, audaz y dramática, exactamente lo que la empresa necesitaba.

Sin embargo, su plan de acción se basó en gran medida en lo que había funcionado en otra industria con un perfil de cliente muy diferente. Los cambios no resonaron entre los clientes de JCPenney  y Johnson tuvo que dejar la compañía luego de menos de 17 meses como CEO. Si Johnson hubiera escuchado más las opiniones de otras personas, habría tenido más éxito.

Las personas más cercanas a las “líneas de combate” tienen a menudo las ideas más valiosas. La mejor manera de romper una mentalidad de control y comando es centrarse menos en tener todas las respuestas y más en escuchar a estas personas. Sí, tú siempre tendrás la última palabra, pero tus trabajadores pueden sugerir opciones que nunca hubieras considerado. Tus empleados se sentirán mucho más involucrados en las nuevas estrategias o iniciativas cuando si son capaces de contribuir.

2. Sobrevalorar las cifras al tomar decisiones
Hoy en día se puede dar seguimiento y medir casi todo en un negocio.  Por eso es tentador querer recoger toda la información para hacer frente a cada incertidumbre antes de actuar. Pero demasiados datos pueden ser paralizarte. Y esperar hasta que tengas la respuesta perfecta podría significar perder la oportunidad de mantenerse a la vanguardia de un mercado cambiante.

Un ejemplo clásico es Blockbuster, que esperó demasiado tiempo para hacer frente a la amenaza del vídeo en streaming . Cuando la empresa decidió actuar ya era demasiado tarde. Blockbuster pasó de ser un líder de la industria a una marca vieja  que no pudo recuperarse.

Los datos deben servir de guía - no como el pilar único en la toma de decisiones. Además de las cifras, hay que  utilizar la intuición informada, los conocimientos y el buen juicio.  Trata de dejar que las soluciones evolucionen conforme vas ganando experiencia. Recuerda que cuando te mueves con agilidad, puedes ajustar tu estrategia cuando surge nueva información.

3. Enfocarse más en sorprender que en colaborar
Una vez me senté en una presentación de una hora donde dos altos directivos compartieron numerosas diapositivas con sus empleados para terminar con música animada. Seguro pensaron que habían hecho una súper exposición.

Con el tiempo se pudo ver que en realidad sólo acertaron en la muestra y que realmente no atraparon a su audiencia. Los empleados se habían sentido más como espectadores que contribuyentes reales y pensaban que la empresa no reconocía ni valoraba su participación.

Las presentaciones más atractivas capitalizan el poder de la interacción humana e involucran a la audiencia. No trates de hacer una “exposición perfecta”, más bien, habla con tu público y promueve la discusión. Al hacer esto, cosecharás los beneficios de la colaboración y le permitirás a otros ser parte de un cambio significativo.

Cuando estamos arrancando un negocio, podemos sentir la tentación de tener todas las respuestas, confiar demasiado en las cifras y buscar dar una imagen de perfección. Sin embargo, estos hábitos pueden provocar tropiezos costosos. Los mejores empresarios toman cada situación con una actitud de aprendizaje.

Olvídate de tener la respuesta perfecta y mejor busca sacarle provecho a la colaboración.

Por Patti Johnson

Cómo neutralizar a estos 7 tipos de jefes tóxicos


Los malos jefes contaminan los lugares de trabajo. Algunos lo hacen de manera abierta, mientras que otros manipulan a sus empleados para usarlos como simples instrumentos de su propio éxito. 
Sin importar cuáles sean sus métodos, los malos jefes  causan daños irreversibles a sus compañías y empleados al impedir que se desempeñen con todo su potencial y al generar estrés innecesario.

Lo verdaderamente preocupante es la cantidad de malos jefes que andan por ahí. Una investigación de Gallup encontró que 60 por ciento de los empleados de gobierno se sienten infelices porque tienen un mal jefe. Otro estudio encontró que el 69 por ciento de los trabajadores encuestados compararon a los malos jefes con mucho poder a niños de tres años con mucho poder.

Una de las habilidades más grandes que una persona puede desarrollar es la capacidad de neutralizar a personas tóxicas, incluso a aquellas a las que tienen que reportar. No es sencillo y requiere mucha inteligencia emocional.

La solución más obvia para lidiar con un mal jefe es buscar otro trabajo, sin embargo, esto no siempre es posible. Las personas exitosas saben sacar lo mejor de una mala situación y no permiten que un mal jefe los detenga porque saben que el éxito viene de aprender a jugar al máximo con las “cartas” que les da la vida.

Estos son los seis tipos más comunes de jefes nefastos y las mejores estrategias para trabajar con ellos.

1. El “cuate” inapropiado
Es el jefe que es demasiado amigable y no en la manera que podría ayudar a formar un buen equipo de trabajo. Te invita a salir a beber fuera del horario de trabajo y es chismoso. Usa su influencia para hacer amigos a costa de su trabajo. Tiene empleados favoritos y crea divisiones en entre los trabajadores que generalmente se frustran por el desbalance de atención y respeto. No puede tomar decisiones fuertes como despedir a aquellos que necesitan ser despedidos (a menos de que sean personas que le desagraden).

Cómo neutralizarlo: lo más importante con este tipo de jefe es poner límites muy claros. No le permitas usar su posición para intimidarte. Podrás tomar el control de cualquier situación al poner un límite de forma consciente y proactiva. Por ejemplo, puedes seguir siendo amable con tu jefe durante el día y a la vez, no temer decirle que no a sus invitaciones a beber con él saliendo del trabajo.

Lo difícil aquí es mantener la continuidad con tus límites, aún si tu jefe insiste.
Es importante que no pongas límites que te hagan ver como una persona inaccesible. Es mejor que este tipo de jefe te vea como un aliado que como un enemigo.

2. El micromanager
Este tipo de jefe te hace sentir que estás bajo vigilancia constante. Es la clase de personas que si te dice que tu letra podría mejorar, se espera hasta la salida para tirar tus lápices y remplazarlos por lapiceros para que puedas escribir mejor.  Es capaz de devolverte un reporte de 20 páginas porque usaste un clip en lugar de una grapa.  El micromanager pone demasiada atención a los pequeños detalles y su constante vigilancia hace que sus empleados se sientan desilusionados, frustrados e incluso incómodos.

Cómo neutralizarlo: las personas exitosas se acercan a los micromanagers demostrando que son flexibles, competentes, disciplinados y abiertos a una comunicación constante. Los micromanager se acercan naturalmente a los empleados que producen trabajos como ellos lo imaginan. El desafío con los micromanagers es encontrar la “visión” que estos jefes tienen para después cumplir con ella.

El truco es hacer preguntas específicas sobre el proyecto que te dejan, tener revisiones constantes y ver si la retroalimentación de tu jefe sigue patrones específicos.

Por supuesto, esto no siempre funciona. Algunos micromanager nunca dejan de buscar algo que sobreanalizar y criticar. Cuando este sea el caso, deberás buscar la satisfacción con tu trabajo dentro de ti.  No dejes que la obsesión de tu jefe con los detalles te provoque sentimientos de poco valor en tu persona porque eso sólo te generará estrés. Recuerda que un buen reporte sin una grapa sigue siendo un buen reporte.  

3. El tirano
Este jefe utiliza tácticas maquiavélicas para alimentar su ego constantemente. Su preocupación primaria es mantener el poder y manipulará e intimidará a quien sea necesario para lograrlo. El tirano cree que sus empleados son una pandilla de piratas que está dentro de su barco. Clasifica a las personas en su cabeza y las trata de acuerdo a su propio juicio: aquellos empleados que desafían su forma de pensar son el enemigo que busca provocar un motín. Quienes lo apoyan se convierten en “primeros almirantes”, mientras que quienes no se desempeñan tan bien como deberían son condenados a “lavar la cubierta y tallar las letrinas”.

Cómo neutralizarlo: una manera dolorosa, pero efectiva, para lidiar con los tiranos es presentar tus ideas de manera en que les permitas adjudicarse algo del crédito. Un tirano puede mantener su ego sin tener que limitar tus ideas. Siempre dales algo de reconocimiento aunque ellos jamás hagan lo mismo por ti.  Además, tienes que elegir tus batallas sabiamente para sobrevivir un jefe de este tipo. Si puedes manejar tus emociones, serás capaz de elegir racionalmente cuando pelear y cuando dejar que gane.

4. El incompetente
Este jefe fue promovido con prisa o contratado sin saber si era capaz de llevar el puesto.  No es que sea un completo inútil, pero en su equipo hay personas que han estado en la compañía por más tiempo y tienen la información y las habilidades de las que él carece.

Cómo neutralizarlo: lo más probable es que si te frustra tener este tipo de jefe es porque tú tienes las habilidades que a él le faltan. Es importante tragarte tu orgullo y compartir tu experiencia y conocimiento sin presumírselo. De esta manera te convertirás en su aliado y confidente.

5. El robot
En la mente del robot tú eres el empleado número 72 que genera una producción de nivel 84 y tiene una experiencia de 91 puntos. Este jefe toma decisiones en base a números y cuando es forzado a tomar acción sin contar con las cifras necesarias, se autodestruye. No hace esfuerzo alguno para conectarse con sus empleados y sólo se fija en los porcentajes para decidir quién es valioso y quién no.

Cómo neutralizarlo: necesitas hablar su lenguaje. Asegúrate de tener todas las cifras posibles que apoyen tus ideas. También necesitas descubrir qué cosas considera valiosas y demostrarle que puedes cumplir con ellas. Una vez que logres eso, puedes empezar a tratar de sacarlo de su zona de confort antisocial. El truco es encontrar maneras de conectarte directamente con él sin parecer grosero. 

Responde a sus correos directamente en su oficina para que empiece a identificarte más allá de un número. Sólo porque le interesan las cifras no significa que tú no puedas ser la excepción. Hazlo con mesura porque es probable que no responda bien a un “asalto social”.

6. El visionario
La fuerza de este jefe se basa en sus ideas o innovaciones. Sin embargo, carece del liderazgo necesario para implementar estos planes. Cuando llega el momento de ejecutar una de sus grandes ideas, él ya está planeando algo más y te deja a ti averiguar cómo lograr que su visión original sea una realidad.

Cómo neutralizarlo: la mejor manera de lidiar con este tipo de empleadores “desarmar” la manera en la que piensa. Estos jefes tienen una visión muy general de las cosas así que tu deber será concentrarla en acciones prácticas. Para lograrlo debes hacerle muchas preguntas específicas para forzarlo a considerar los obstáculos reales de sus planes. No tires sus proyectos directamente, mejor enfoca su atención en lo que se necesitará de manera práctica para lograr sus ideas. Muchas veces estas preguntas harán que los planeas irreales de estos jefes se diluyan, pero cuando no suceda así, tendrás  que hacerlos entender que se necesitará mucho esfuerzo  real para lograr que su visión suceda.

7. El jefe gaviota
Todos hemos tenido un jefe así: el que siempre está ausente y un día decide que es tiempo de trabajar, hace algunos cambios al proyecto en turno y se enojan cuando no entienden el progreso del mismo.

En lugar de tomarse el tiempo para ver los hechos y trabajar de la mano con su equipo, el jefe gaviota sólo arroja un montón de consejos formuláicos y luego se desentiende del trabajo.  De hecho, los jefes gaviota sólo interactúan con sus empleados cuando hay que solucionar una crisis y muchas veces hacen que la situación sea peor al no saber trabajar con su equipo.

Cómo neutralizarlo: la mejor manera de trabajar con estos jefes es hacerlo en equipo. Si puedes hacer que todos los empleados se sienten con él para explicarle que su intromisión abrupta no está considerando todos los hechos de un proyecto que lleva tiempo avanzando. Muchas veces, los jefes gaviota no saben en qué se están equivocando y cuando se los señalas de la manera correcta suelen cambiar para bien.

Por Travis Bradberry